La corrupción en la ARS SENASA
En República Dominicana, el escándalo de corrupción que envuelve al Seguro Nacional de Salud (SENASA) ha golpeado de frente a millones de ciudadanos que dependen de este servicio para cuidar su salud. Lo que se ha descubierto no es un simple desorden administrativo: se trata de autorizaciones médicas falsas, pagos a procedimientos que nunca se realizaron, contratos irregulares y hasta un call center paralelo para tramitar fraudes. En palabras simples, se robó dinero que estaba destinado a consultas, operaciones, medicamentos y tratamientos de la gente común.
Las cifras asustan. Solo en autorizaciones fraudulentas se habla de más de 41 millones de pesos, y los déficits en SENASA han llegado a superar los 5,000 millones en un año. Para tapar ese hueco, el Consejo Nacional de Seguridad Social tuvo que transferir 12,500 millones de pesos, de los cuales 6,000 millones fueron a parar a SENASA. Esos recursos, que salen de los impuestos que paga cada dominicano, pudieron haber servido para comprar medicamentos, mejorar hospitales, contratar médicos y salvar vidas. Pero la corrupción los desvió hacia bolsillos ajenos.
Cuando el dinero se pierde de esta manera, las consecuencias no son abstractas: son colas más largas en los hospitales, falta de medicinas, citas que nunca llegan y diagnósticos que se atrasan hasta volverse graves. El más golpeado es siempre el más pobre, aquel que no tiene otra opción que esperar en el sistema público. Para quien tiene dinero, la corrupción es un malestar; para quien no lo tiene, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
El costo de esta situación también es social. La gente pierde la confianza en las instituciones, se siente burlada, y con razón. Mientras unos se enriquecen con trampas, miles de familias hacen sacrificios para pagar impuestos o trabajar largas jornadas con la esperanza de recibir servicios dignos. La corrupción en la salud pública no solo roba dinero: roba tranquilidad, esperanza y derechos fundamentales.
Entender esto es vital. Cada peso que se malgasta es una cama menos en un hospital, una medicina que no llega, una cirugía que se pospone. Por eso, aunque las cifras sean enormes y difíciles de imaginar, lo cierto es que detrás de esos millones hay rostros concretos: la madre que no consiguió la operación de su hijo, el anciano que no recibió la medicina a tiempo, el joven que no pudo hacerse un estudio que le habría salvado la vida.










